Por: Juan José Encarnación
Paterson, NJ.-El impasse entre el partido y el gobierno provocaba serias dudas sobre los futuros eventos del Partido Revolucionario Dominicano (PRD) para escoger sus candidatos y mucha gente temía que estos pudieran ser impuestos por la llamada “Unidad de Acero”, cuyos líderes eran Antonio Guzmán y Jacobo Majluta, presidente y vicepresidente de la República, respectivamente.
Incluso, el propio José Francisco Peña Gómez expresó varias veces la necesidad de evitar que el PRD fuese absorbido por el Gobierno y fue en estas circunstancias que surgió en 1979 el papel protagónico de José Ovalle Polanco, con la famosa fórmula que planteaba la participación de toda la militancia organizada del partido blanco en la selección de sus candidatos a cargos electivos: “Fórmula Ovalle”.
El visionario dirigente había vivido largo tiempo exiliado en los Estados Unidos y regresó al país en 1978 desde Nueva York, con una clara visión en torno a las primarias norteamericanas, donde “cada miembro del partido tiene derecho a votar para elegir a los candidatos”.
De ese modo surgió un movimiento desde las bases para democratizar al PRD, Ovalle, Rutinel y este servidor fuimos parte importante del nuevo liderazgo que contribuyó a despejar la concentración del poder en pocas manos.
En efecto, en 1981 fue aprobada la modificación de los estatutos del PRD y se estableció una norma llamada “Fórmula de los 13”, que era una solución transaccional entre las dos corrientes internas que participaban en la convención de ese año trece mil comités de base, formados por 32 y 64 miembros cada uno.
Con ese progreso político, se anotó Peña Gómez otro punto histórico, al convertir al PRD en la organización política más democrática de América Latina y al país en un referente de organicidad que levantaba el valor político de ese partido en América y el Mundo.
El objetivo era elegir mediante voto secreto a 13 de ellos que votarían a su vez para escoger al candidato presidencial perredeísta para las elecciones de 1982, teniendo Ovalle el mérito de haber presentado la iniciativa que democratizaría al PRD y ayudaría a Peña Gómez a fortalecer su liderazgo.
En esta lucha de tendencias participaban el Lic Jacobo Majluta y el Dr. Salvador Jorge Blanco como precandidatos presidenciales, pero los rivales reales eran el abogado santiagués y el presidente de la República, Antonio Guzmán Fernández, ambos cibaeños y con incidencia en los altos círculos del poder social y económico de Santiago y el país.
Cuando Guzmán tomó el poder en 1978, este servidor estaba comprometido políticamente con Jorge Blanco, tenía entonces la responsabilidad de dirigir los asuntos de comunicación de su tendencia, al ser designado en 1979 Director de Prensa de su comando de campaña. Sin embargo, mantuve una buena relación con el presidente Guzmán, pues charlábamos con frecuencia y nos daba consejos sobre ciertos hechos que debíamos conocer.
En los primeros días del gobierno de Guzmán ocupamos el cargo de Relacionista Público del INESPRE, posición a la cuál renuncié por desacuerdos con su Director, Manuel Fernández Mármol, por el manejo administrativo y político de la institución.
Volvimos a la posición cuando Fernández Mármol fue separado del cargo y designado en su lugar el exizquierdista y ahijado del presidente, Gustavo Sánchez Díaz, que supuse tomaría más en cuenta mis sugerencias. Luego de esta efímera como frustratoria, dediqué unos días al área de prensa de Radio Televisión Dominicana, que en ese momento estaba dirigida por el locutor J.A. Bruno Pimentel, pero comprendo que demandaba mayor experiencia.
Con ocasión de mi renuncia de Radio Televisión Dominicana, el Presidente Guzmán me ofreció la limpieza de un canal de riego en Barahona. Esta obra estaba valorada en dos millones de pesos, equivalentes a dos millones de dólares de la época, pero por mi compromiso con Jorge Blanco, me vi precisado a rechazarla.
Creo que tal cosa habría molestado al Presidente Guzmán, ya que me aconsejó “ser cuidadoso con Jorge Blanco”, porque según su criterio, “era desleal, engreído, ingrato e inepto” y en un gobierno suyo “íbamos a llorar lágrimas de sangre”. Me lo reiteró enfáticamente en tres ocasiones.
Mirando en retrospectiva y luego de mi experiencia con Jorge Blanco que narraré detalladamente, sólo puedo reflexionar sobre la exactitud que tenían esas predicciones, porque no sólo este servidor sufrió la desilusión de aquella administración por la que tanto luchamos y por la cual arriesgábamos muchas veces la vida, sino que, de igual modo, muchos compañeros con altos méritos para ocupar cargos en el país y en el extranjero, fueron ignorados y sus servicios despreciados.
El enfrentamiento entre Jorge Blanco y Majluta, por el poder político y el predominio en la dirección política del perredeísmo, reproducía el mal de la división interna incrustado en la organización desde los primeros años de su fundación en el exilio.
En la ocasión, los antagonistas eran, primero el Prof. Juan Bosch y Juan Isidro Jimenes-Grullón, quienes desarrollaron una rivalidad tan profunda que impidió al PRD estar presente entre los organizadores de la gesta gloriosa del 14 de junio de 1959.
Vale significar que muchos perredeístas como los hermanos Mainardi Reyna participaron de modo descollante en aquel acontecimiento que despertó la conciencia dormida de la juventud dominicana.
Esa lucha de tendencias, entre jorgeblanquistas y majlutistas, rememoraba la división partidaria que se manifestó en la primera convención nacional del perredeísmo, celebrada en octubre de 1962 en el Cine-Teatro Ozama, del ensanche Ozama.
Entonces, fue despojado de la candidatura vicepresidencial Buenaventura Sánchez Féliz, uno de los fundadores del PRD en el exilio, porque era un aspirante al solio presidencial y era considerado un peligro para la integridad física de Juan Bosch, candidato presidencial electo en aquella jornada democrática.
Y ese mal ejemplo de intolerancia y lucha grupal estaría presente en el gobierno de Juan Bosch, 1963, al protagonizarse una inesperada rivalidad entre el presidente de la República y los dos principales dirigentes perredeístas, Ángel Miolán, Presidente y Washington de Peña, Secretario General.
Ante ese problema, Bosch recomendó el receso de la organización, cuyos locales fueron convertidos en escuelas, y el joven médico excluido de su cargo de secretario general y enviado a ocupar un cargo diplomático a un país africano.
Nuestro máximo líder recuperó la calma y la estabilidad emocional gracias a que numerosos perredeístas fueron nombrados en entidades oficiales donde, además de Hipólito Mejía, había varios jóvenes receptivos que coordinaron la integración a los puestos públicos.
Allí estaban Eligio Jáquez, en el Instituto Agrario Dominicano; Tomás Hernández Alberto, en el Banco Agrícola; los hermanos Gustavo y Orlando Sánchez Díaz, en INESPRE y CEAGANA, respectivamente; y Frank Rodríguez, en el Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos.
Creo que ese apoyo fue en gran medida la zapata para democratizar el partido y separarlo estructuralmente del Gobierno de Guzmán.
Esto se aprecia en el hecho de que fue precisamente en el sector agropecuario donde surtió efecto la llamada “Fórmula Ovalle”, porque allí se montó una maquinaria invencible de compañeros agradecidos que comenzaron a integrarse en los comandos provinciales, municipales y zonales de la tendencia de Jorge Blanco.
De esta manera, esos compañeros, nombrados en la administración pública, comenzaron a preconizar las bondades de una convención democrática con la participación universal de los miembros de los comités de base en sustitución de los dos delegados municipales y zonales.
Ni Peña Gómez ni Hipólito Mejía, ni mucho menos Jorge Blanco, tuvieron que gastar un centavo para hacer realidad el cambio de votación en el PRD, porque con el peso de esa gran responsabilidad cargó desde un principio su mentor, el compañero José Ovalle.
Ovalle vendió muchos de sus bienes para financiar la promoción de dicha fórmula, que era rechazada por los seguidores de Don Antonio Guzmán y también, aunque parezca increíble, por un sector jorgeblanquista que lideraba Hatuey De Camps, entonces presidente de la Cámara de Diputados.
En la tarea de echar hacia adelante la “Fórmula Ovalle” participamos junto a muchos compañeros que entendían que era la alternativa para consolidar el liderazgo de Peña Gómez y para que el gobierno no impusiera dentro del partido un candidato para las elecciones de 1982.
Defendieron dicha fórmula en cuerpo y alma dirigentes de la talla de Tonty Rutinel Domínguez, José del Carmen Marcano, el senador francomacorisano Luis Bautista, el ex gobernador francomacorisano Chelo Durán, el exdirector del INVI, Pedro Bonilla; el exdirector de INESPRE, José Michelén, el exsubsecretario de la Presidencia, Héctor Santana, el exsenador Roberto Rodríguez, el expresidente del Senado, Jesús Vásquez (Chu) y el ex diputado y actual presidente del Bloque Institucional Social Demócrata (BIS), José Francisco Peña Guaba.
También, los dirigentes de la zona E, Darío de Jesús, Alejandrina García y Luis Crusset, el dirigente puertoplateño Epifanio Balbuena, el extinto compañero Chichí Guzmán, Héctor Santos, José Pérez, Rafael Portorreal, Carlos José Peña, Rafael Tapia, Hugo Sánchez, Francisco Soriano, entre otros.
Igualmente, siempre estaremos agradecidos del respaldo que a la “Fórmula Ovalle” ofreciera el periódico El Sol, cuyo propietario, el reconocido abogado Víctor Livio Cedeño, siempre estuvo comprometido con este proyecto y la candidatura presidencial de Jorge Blanco.
Ese medio estaba dirigido por el reconocido periodista Juan Bolívar Díaz, quien posibilitó las páginas de ese diario a los articulistas que defendían el contenido de dicha fórmula; entre ellos, Leo Reyes, Osvaldo Santana, Sergio Cueto, Quiterio Cedeño y Danilo Rodríguez.
Finalmente, la “Fórmula Ovalle” fue implementada en la Onceava Convención Nacional que enfrentó a la denominada Unidad de Acero, auspiciada por el Gobierno de Antonio Guzmán, sustentando la candidatura presidencial del licenciado Jacobo Majluta, contra la candidatura que decía representar la esperanza del perredeísmo en la persona de Jorge Blanco y el movimiento de la base. Jorge Blanco ganó abrumadoramente.
Primarias de 1985.
Las elecciones primarias que celebró el Partido Revolucionario Dominicano el 24 de noviembre de 1985, fueron las primeras que realizaba una organización política en la República Dominicana y se efectuaron en absoluto orden, con una participación masiva de los votantes, aunque serios inconvenientes en el conteo de los votos que hicieron peligrar sus resultados y obligaron a una salida negociada, en la cual el principal protagonista fue el presidente de la República, doctor Salvador Jorge Blanco.
Los actores enfrentados en proceso eleccionario eran dos colosos de la política dominicana: el licenciado Jacobo Majluta, presidente del Senado, quien estaba apoyado por sus propias fuerzas y por seguidores del fenecido presidente Antonio Guzmán Fernández, y el doctor José Francisco Peña Gómez, líder del PRD, que ostentaba el cargo de Síndico del Distrito Nacional.
Esta Décimo Segunda Convención Nacional se llevó a cabo con la participación de 607 mil 653 militantes que estaban organizados en 13 mil 282 comités de base que operaban en todos los municipios del país, y las informaciones sobre los resultados eran ofrecidos por el comité de escrutinios, encabezado por el arquitecto Leopoldo Espaillat Nanita y el doctor José Rafael Molina Ureña, quienes se habían instalado en el Hotel Concorde de la Ciudad Capital, donde operaba el centro de cómputos, capitaneado por el licenciado Manuel Valdez, con la participación de los delegados de los precandidatos.
Esta labor fue interrumpida a la 12:28 de tarde del lunes 25 de noviembre, luego de que se produjera un enfrentamiento a tiros y sillazos entre seguidores de Majluta y de Peña Gómez, arrojando un resultado de varios heridos, algunos de gravedad.
En el momento de la interrupción, tal como señala el periodista Eli Heiliger en su artículo del pasado miércoles 25 de septiembre, publicado en Diario Libre, Majluta le llevaba a Peña Gómez una ventaja de alrededor de dos mil votos, dando lugar al cese del conteo de los votos y produciendo el aborto de las primarias.
En esas circunstancias, la crisis se prolongaría hasta el 28 de enero de 1986, cuando el doctor Salvador Jorge Blanco anunció desde el Palacio Nacional la firma del Pacto La Unión, firmado por èl, Majluta y Peña Gòmez, en el que se reconocía que Majluta había sido el ganador y por tanto, ostentaría la nominación presidencial del PRD, mientras Peña Gómez sería su compañero de boleta.
Sin embargo, unos días más tarde el doctor Hugo Tolentino Dipp, alto dirigente del Bloque Institucional Social Demócrata y amigo personal de Peña Gómez, anunció que éste no sería candidato a vice de nadie, por lo cual el citado pacto fue modificado y se le ofreció a Peña Gómez la senaduría del Distrito Nacional, que declinó en favor de la primera dama, Asela Mera de Jorge.
Esa es la verdad monda y lironda. Peña Gómez no fue vicepresidente o senador en 1986 debido a que sus parciales, a la cabeza de Tolentino Dipp, se opusieron, del mismo modo que lo harían en 1994 al objetar el pacto de Peña que éste concertara con Joaquín Balaguer en la sede de la Biblioteca República Dominicana, en la cercanía del Palacio Nacional, mediante el cual se hubiese dividido el período constitucional 1994-1998, tocándole los primeros dos años al caudillo reformista y los siguientes al líder perredeísta.
Una información, más ampliada en este sentido, la estaremos poniendo a la disposición de los lectores en mi libro “Soldado de la democracia”, que saldrá a luz pública próximamente.
El Autor es Politólogo y Abogado